La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que el consumo de azúcar añadido no supere el 10% de la ingesta calórica diaria, y sugiere que una reducción al 5% traería beneficios adicionales. Sin embargo, en muchos países, las personas consumen hasta el triple de la cantidad recomendada, lo que ha generado una crisis de salud pública.

El consumo excesivo de azúcar está directamente relacionado con un mayor riesgo de enfermedades crónicas como diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, hipertensión y obesidad. Además, su impacto en el metabolismo puede generar resistencia a la insulina, afectando la capacidad del cuerpo para regular los niveles de glucosa en sangre y aumentando el riesgo de síndrome metabólico.

Otro problema derivado del azúcar es su efecto en el peso corporal. Cada gramo de azúcar aporta 4 calorías vacías, lo que contribuye al aumento de grasa corporal sin aportar nutrientes esenciales. Investigaciones han demostrado que reducir su ingesta puede ayudar a prevenir la obesidad y sus complicaciones asociadas, como problemas articulares y hepáticos.

La salud dental también se ve afectada por el azúcar. Al consumirlo, las bacterias en la boca lo fermentan, produciendo ácidos que erosionan el esmalte dental y favorecen la formación de caries. La OMS estima que las enfermedades bucodentales afectan a casi 3.500 millones de personas en el mundo, y el alto consumo de azúcar es un factor clave en este problema.

Además, el azúcar influye en la energía y el estado de ánimo. Aunque su consumo provoca un aumento rápido de glucosa en sangre, este es seguido por una caída brusca, lo que puede generar fatiga, irritabilidad y falta de concentración. Investigaciones han vinculado el alto consumo de azúcar con mayores riesgos de ansiedad, depresión y alteraciones en el estado de ánimo.

Un aspecto menos conocido es el papel del azúcar en la inflamación crónica. Un exceso de azúcar en la dieta promueve procesos inflamatorios en el cuerpo, lo que puede contribuir al desarrollo de enfermedades autoinmunes, artritis y afecciones cardiovasculares. Reducir su consumo puede mejorar significativamente la calidad de vida y la prevención de enfermedades a largo plazo.

Para disminuir el consumo de azúcar, los especialistas recomiendan:

• Evitar bebidas azucaradas como refrescos, jugos procesados y bebidas energéticas.

• Leer etiquetas nutricionales y reducir el consumo de productos con azúcares añadidos.

• Optar por edulcorantes naturales como la stevia o el eritritol en lugar de azúcar refinada.

• Consumir más frutas enteras en lugar de postres o snacks procesados.

• Preparar comidas en casa con ingredientes frescos y naturales.

La reducción del azúcar en la alimentación no solo ayuda a prevenir enfermedades, sino que también mejora la energía, el bienestar mental y la longevidad. Hacer pequeños cambios en la dieta hoy puede marcar una gran diferencia en la salud del futuro.