Un nuevo descubrimiento tiene a la comunidad científica soñando: investigadores encontraron en un planeta lejano un gas que, aquí en la Tierra, solo produce la vida.

El protagonista de esta historia se llama K2-18b, un exoplaneta ubicado a unos 120 años luz de nosotros, en la constelación de Leo. Gracias al telescopio espacial James Webb, los astrónomos detectaron en su atmósfera grandes cantidades de sulfuro de dimetilo (DMS), un compuesto que, en nuestro planeta, fabrican pequeños organismos marinos como el fitoplancton.

En pocas palabras: si el DMS en la Tierra es sinónimo de vida, ¿podría estar pasando lo mismo en K2-18b?

¿Qué encontraron exactamente?

Los análisis revelaron también la presencia de metano y dióxido de carbono, dos gases que, combinados con el DMS, en nuestro mundo apuntan con fuerza a procesos biológicos.
"Ver sulfuro de dimetilo allá afuera es realmente emocionante", comentó el Dr. Nikku Madhusudhan, investigador de la Universidad de Cambridge y líder del estudio. "En la Tierra, no conocemos ningún proceso no biológico que produzca este gas en grandes cantidades".

Pero… ¿es vida?

No tan rápido.
Los propios científicos aclaran que esto no es prueba definitiva de vida. Existen posibilidades (aunque remotas) de que otros procesos químicos desconocidos también generen DMS en ambientes extraterrestres.
Por eso, harán más observaciones para asegurarse antes de lanzar titulares más grandes.

¿Qué tiene de especial K2-18b?

Este planeta es un tipo llamado sub-Neptuno, más grande que la Tierra pero más pequeño que Neptuno. Y, lo más importante, está en la zona habitable de su estrella: la franja perfecta donde el agua líquida podría existir.

De hecho, algunos modelos sugieren que K2-18b podría tener un océano bajo su atmósfera de hidrógeno. Si hay agua, temperaturas adecuadas y ahora, quizá, señales de actividad biológica… todo empieza a encajar.

¿Qué viene ahora?

Por ahora, toca esperar más datos.
Pero no hay duda de que este descubrimiento acerca un poco más una posibilidad que nos ha acompañado durante siglos: no estamos solos en el universo.
O al menos, no tan solos como pensábamos.